“Ni mucho menos me quiero sentir el denunciador de los tiempos modernos”
Pensar en lo “sinsentido” de la existencia", de lo finito de la vida humana, de los límites del conocimiento, del Dios muerto y el colapso de la sociedad como la conocemos me parece sumamente molesto. Lloriqueos de infantes que no quieren crecer.
Yo pienso sobre otras cosas. Más fuertes. Menos obvias. Más visibles.
Hablemos pues, de lo insoportable, hablemos de la nada convertida en vida.
De la vida monótona del hombre, de algunos, que no de todos, de la vida que sigue sin incertidumbres, del hombre resuelto con los grandes temas, del hombre que ni Dios ni el futuro le importa. Del cínico más cínico. Hablemos, pensemos en infiernos grandes y tormentosos y no de las pequeñas llamas del miedo.
Hablemos de infiernos regalados por las horas que pasan, de santos crucificados y demonios beatificados en los retorcidos huecos de una conciencia que se vacía poco a poco. Pensemos en grotescas formas, en quimeras idealistas, en bochornosos actos, en tristes visiones. Pensemos en el hombre atediado.
Atediado por el tiempo y por la falta de preguntas, quizá por la sobra de respuestas. Su infierno es eterno como sus horas, su pena es precisa como su juicio, su tormento es angustioso como sus ojos… Aquí no cabe el miedo, no tiene que ser, no puede ser… No se teme lo que se conoce, y todo se conoce, se sabe de Dios y del Hombre, de la muerte que tarda y de la vida que se alarga… Se espera. Se aguarda.
Y no hay miedo. Sólo espera, cansancio, tedio… Hasta la amargura carece de sabor. Y es que cuando el peso de lo ridículo se te encima, no podemos menos que poner cara de serios y dejar que pase la vida. Que pase y no voltee, que pase y no me vea viéndola, acaso se ruborizaría del cinismo de mi mirada.
No hablemos de Dios, ni de la injusticia del mundo, tampoco de la tragedia de los hombres y de lo “sinsentido” de la vida. Hablemos de infiernos reales, hablemos del tedio que guardan mis palabras; hablemos de cosas importantes, hablemos del tedio de una humanidad que me persigue.