sábado, 27 de noviembre de 2010

Imposible saber.

¿Cómo me siento? ¿Qué quiero? ¿Qué espero?

Como cierto personaje subterráneo veo  en cualquier acción por  muy insignificante que sea la posibilidad de cambiar radicalmente mi vida. Cualquier nueva persona, cualquier nueva palabra, parece ser el detonante perfecto para ser otro y dejar de ser yo como hasta este, ese, momento he sido.

Más que sentir quiero sentir. Que no es la misma cosa. Ser feliz no es lo mismo que querer ser feliz y una cosa no tiene relación real con la otra. Quiero sentir. Algo, cualquier cosa. Desgarrado el pecho o suavidad en las ideas.

Más que querer, quiero querer. Quiero tablas, circunstancias que cambien mi circunstancia. Quiero eso, lo que sea, pero querer algo. Querer querer. Querer algo, lo que sea.

Espero. Espero esa circunstancias.

Esas donde pueda sentir, querer, esperar. Sólo las circunstancias, sólo que los fenómenos se conjuguen para que todo inicie. Que las estrellas se acomoden y los signos se presenten y empezar a vivir. No soy yo y mis circunstancias. No soy yo. No.

Como ese “infame” personaje subterráneo espero pasivamente a que todo cambie.

Iluso.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Una tabla.

Todo mundo, cualquier persona, por más grandiosa o miserable que sea necesita de una tabla de salvación.

La soledad es “cabrona” y “algo” debemos hacer o tener para sobre llevarla. Realmente nunca sanamos de esa soledad primera, podemos tener 3 o 4 amigos, de los mejores, los mejores, tener una familia unida, hermosa, comunicativa y feliz y aún así sentirnos de lo más solos. Una tabla ¡Por Dios!

Unos se agarran del amor, de la costumbre y así pueden continuar con su vida, ya de viejos están demasiado cansados para seguir sosteniéndose y se derrumban, se hunden y su propia soledad, ¡benditos ancianos! que final el suyo. Otros prefieren el odio y el rencor como tabla, muchos más se sostienen de su propia mezquindad, otros, los más de su ignorancia.

¿Cómo puedes sentirte solo sino sabes que es la soledad? Así sucede con algunos, aunque en cierto día, sienten una tristeza enorme en el pecho, se sienten perdidos y diminutos, ausentes en su propia vida, olvidados en su propia historia. Así se siente y toman una pistola y solucionan el problema. O se embriagan o se drogan o se van a trabajar.

Todos tienen tablas, yo quisiera una nueva. Sólo para medio seguir, o no sé. Quizá para seguir bien. La única que se me ocurre ahora resulto perjudicial y casi me lleva a un estado de enfermedad crónica, no me refiero a la ya sabida depresión, sino a enfermedades de tipo más corriente pero que se sucedieron tan en seguida que pareció solo una “gran enfermedad”.

¡Esa tabla! sería mi tabla de salvación y podría medio seguir, aunque podría costarnos la vida a ambos, ¡qué final tan dramático! pero así debe ser… podría ser así; no sé, es un precio alto por cobrar y aún mi mezquindad no es tanta, el ser mi tabla significaría su muerte, lágrimas, llanto, sangre…!

No sé, algunos se aferran del amor otros del odio, yo me podría aferrar de mi necesidad. Aunque me resulte perjudicial. Es irónico, sin tabla seguiré en este camino depresivo, con tabla iré por el mismo camino. ¿Cual carajo es la  ventaja entonces?

Sólo, y eso parece, mitigar un poco esos despertares difíciles, esa tristeza constante, soledad… Debo perdonar primero, a mi, según parece me culpo de muchas cosas… Recuerdo un día cierto personaje en mi vida me dijo al leerme la mano “tu línea de la vida no es muy larga, tú sólo viniste a pagar culpas” Ahora tiene sentido todo.

Aferrarme a algo, cualquier cosa, pues la vacuidad es la constante en mis días ahora. Me deshago, me desmorono, me pierdo … transparente, ligero, como humo de cigarro fumado por cualquier Dios… Me pierdo y necesito una tabla para seguir, agarrarme con uñas y todo lo que me hace humano a algo. Seguir.

Una tabla y aferrarme.