Me siento como Hiperión ante Atenas... desolado por la destrucción, desolado por esos mercaderes que solo han violado a esa santa ciudad, desolado por las ruinas de lo que antes era hermoso y ahora es perverso... humillado, golpeado y agregido... la ruina de mi corazón...
Lamento mi romanticismo y lamento mi alma buscadora del amor, quizá busque un mundo distinto, quizá busque mi otra parte que se escapa y me engaña, que juega conmigo y que se me presenta en un cuerpo y se desaparece del mismo; como si su espiritu, bendito espiritu del amor, se metiera en los hombres que me rodean, me encanta, me hechiza, y me hace creer que al fin le he encontrado, ¿acaso este simple mortal pueda ser feliz?...pero derepente, intempestivamente desaparece y me encuentro ante un extraño, él que decía quererme y que me elevaba a puras y sacras alturas, con el cual flotaba encima de todo y todos, desaparece, y se transforma, troca en un enano que no sabe del amor, pequeño hombrecito, que teme lo que se le escapa... el extraño se vuelve pensador, ya no sueña, no imagina y se vuelve un mendigo pues reflexiona... ah maldita reflexión que me alejas del amante, del amado, ah! dioses ¿acaso tan grande es mi falta?
Juega conmigo, ese espiritu parece un perverso niño que no se queda en su lugar, estoy jugando a encontrar algo que sé que existe ¿existe? pero no está... busco nuevos mundos, y no lo encuentro en estos tiempos tan perversos, y Diotima, ah bendita seas mujer eterna, me habla sin hablarme, la tomo prestada, su discurso no es para mi, aunque lo siento mío... caere setenta veces del cielo a la tierra buscando, queriendo encontrar el amor.
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