¿Es acaso este dolor que siento realmente existente?
Me he entregado a la desdicha y no fue premeditado ni buscado, y no fue que yo buscase algo sino que lo encontré y pareció ser grandioso; por fin me encontraba ante algo que parecía ser bueno.
¡Mentira! Pues sólo fui parte de un juego en el que de antemano mi derrota estaba dicha. Si siempre he sentenciado que de nada sirve pelear batallas pérdidas es ahora por la locura de mi corazón y la estúpida ceguera de mi razón que no pude notar que no había batallas que luchar ni mucho menos una guerra que ganar. No había adversario, no había contrincante, era yo imaginando una realidad que no era real.
Y la frustración continua y la maldita esperanza no muere, ¿acaso no soy tan bueno como pensaba? Mi persona me enfrenta solo y doloroso, derrotado ante el amor. !A! Ni siquiera eso, derrotado por la no posibilidad, por las imaginaciones que brotaron como serpientes en mi alma y que ahora mismo me devoran.
Soy yo y sólo yo el culpable de tan cruento nacimiento, de tan cruentas ilusiones que convertidas en tormento me persiguen, en estas malditas Furias que me persiguen por haber pecado, por siquiera haber imaginado acercarme a lo eterno…
Pero no es a mi al que habrían de cobrarle, pues sólo fui un hombre creyente en las palabras, ¡que sé el poder de las palabras!
No fui yo el que pecó, no fui yo el que nombró, y es que mi mayor culpa fue haber creído en lo nombrado, mi culpa es haber creído y si mi castigo es el sufrimiento, y si me penitencia es el dolor, pues bienvenido sea, que no dejare de creer.
Por que mayor pecado es callarse cuando se tiene algo que decir, y aún mayor pecado se comete cuando se habla lo que no vale la pena nombrar, lo inexistente.
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