jueves, 25 de octubre de 2007

Bien Fue Lo Mejor Que Hice...

Porque es verdad que dudo de la felicidad, que increpo a los que se llaman felices y les aborrezco como el hambriento aborrece a los que comen. Obesos en los cuales veo la cúspide de mi fatalidad.

Porque huyo de aquellos emparejados en feliz unión, a razón de no escupir tan bella ilusión.

Porque cuestiono a los amorosos con multitud de preguntas, con un ejercito invencible de dudas y conspiraciones.

Porque me escondo de los que aman, no quiero ensuciar tan excelso sentimiento con la posibilidad de una piedad.

Porque en algún momento frente a las olas de un mar que me conoce desde que nací, donde entregándole lo que me sobraba, lo que me pesaba en el alma, decidí no volverme a entregar, no dejarme tener, no en esos momentos de constante dolor incierto.

Porque en esos momentos y quizá en estos, siento la constante desesperanza en mi alma. Siento que no estoy completo. Me siento sólo y despedazado.

Porque en esa medianía del año, no había nada; yo y sólo yo, enfrentando de nuevo una vida que se presenta sin la más mínima cordialidad. Mi pesadez continuaba, mis pies se hundían en la arena y, deshacerme de lo que sobraba y cansaba, no aligeraba mi alma ya enterrada en la tristeza.

Porque en aquellos días medianos, encontrabase mi alma derrotada, derrotada ante pequeñas batallas acontecidas en una frugal guerra contra la condición humana, mi condición.

Porque el cáncer creció en mi corazón, y mi rencor se extendió hacia aquellos que siquiera se atrevieron a lanzarme una mirada.

Porque en aquel día mediano de lamentable medianía, el Sol en todo lo alto me mostraba a un mundo que no quería tenerme, a un mundo que me expulsaba de su espíritu y que me condenaba a la oscuridad de la nada.

Porque ante ese Sol que me consumía y ante ese mar que me permitía, llore mi soledad.

Porque terribles momentos sucedían en mis adentros, en verdad, la razón de mi alma menguaba ante la sin-razón de mi ira.

Porque me desmoronaba queriendo solucionar el aterrador estado de mi alma, deshacíame y hacíame, todo sin poder salvarme.

Porque desahuciado me entregue a la esperanza de poder ofrecerle al mar lo que me sobraba, esperanzado susurré mi lamento y callado lloré mi tormento, nada pasaba, me hundí en mi propio mar.

Porque antes de esos días aguerridos frente al mar, mis batallas fueron contra enanos crecidos por una fútil necesidad de complitud, derrotado, marché al mar y quise ahogar sus nombres y ahogarme con ellos.

Porque me avergoncé de mi ser, de una trasnochada nobleza que nada vale y de nada sirve, de una incrédula veracidad que poco importa, de una bondad que nada tiene, de mi alma que a nadie tiene.

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