Ha pasado mucho desde la última cosa escrita en estos lugares.
En cada plática que tengo, en cada conversación comento sobre esto y le atribuyo la culpa a mi felicidad actual, a que nada se mueve de forma intempestuosa en mi alma, que todo parece tranquilo, que nada hay que escribir.
¿Es esto verdad? La cosa parece indicar que es un lindo pretexto. Una pasividad espantosa agobia mi pluma y nada, realmente nada quiere salir de ahí. Le echo la culpa a cosa alguna culpable.
Sin querer pensar mucho en el tema [de nuevo mi desgano] apunto que realmente existe esa falta de motivación, el problema es real, no así los motivos que reparto día a día. Mi mano está pesada, mi mente perezosa, mi voluntad inexistente.
Me niego a pensar, a ahondar en lo que pasa, y es que no estoy aquí ni allá, ni en la tormentosa espera de que alguien llegue ni en la enajenante efusividad de los noviazgos tempranos. Me quedo en medio. Mediocre. Mediano.
Algo tiene que ver la situación actual. No me decido a empezar a trabajar en nada. Ni sirviendo cafés ni escribiendo, como debiera, mi tesis. Paso y me canso en pasar. No quiero cuestionar nada de lo que hay, porque como ya he dicho hace mucho, muchísimo, no me agraden las respuestas.
Y la pereza me estropea la vida. ¿Cómo alguien como yo? Más sencillo que cerrar los ojos es cerrar la mente. Nada entra y nada sale. Me retuerzo por no interrogarme, por falsear juicios y evadir responsabilidades. Prefiero ideas prestadas y pequeñas que hagan esto más llevadero.
Mucho más llevadero es todo sino escribo. El simple hecho de sacarlo ya me pone a pensar. Pienso en no hacer más preguntas, en manejas las letras para que no aparezca ni una sola de todas las respuestas. Me deshago impidiendo que algo sea resuelto, finiquitado, terminado, esclarecido… Iniciado.
Ahora en silencio escribo. Escuchando viejas canciones, buscando el espacio que perdí, un espacio que me obligaba a pensarme y busco de nuevo un pretexto, un argumento que sustituya el real… Carajo!! pero siento que todo es tan real, siento que nada he hecho porque algo me falta, porque no tengo espacio, que no hay talento porque no tengo café y cigarro, que no escribo por que hay demasiada luz, sobra ruido o falta soledad.
Pero nada de eso es real, o no es toda la verdad. Tan difícil es no querer verlo, tan difícil es ocultarlo de mi pensamiento. La verdad golpea. Ahora me asesina. Me niego a ser libre.
Ahí está. Salió.
Y pasaré la noche incendiándome por mentiroso o por blasfemo, me hundiré por capricho, me decapitaré por irreverencia a mi persona. Soy esclavo. Y no tengo los ojos cerrados. Y quiero cerrar mi mente pero ya no se puede. La idea apareció. Está conmigo, tengo a la Erinias en mi cabeza castigando mi pequeña conciencia.
Es eso, y la falta de todo, de pequeñas chispas me sirve como verdad total y nada de lo demás es cierto. ¡Soy libre! Cómo todos, porque así nacemos, porque así lo dice la Ley, porque somos iguales ¡Soy libre! y nadie puede hacer lo contrario. Soy libre para no querer ver. Soy como todos. ¡Como todos!
El gran sofisma.
Y ya no salió nada. La verdad es relativa y la realidad es cosa de cada uno. Así, por un ejercicio de transmutación yo soy el más libre del mundo. Y nada de lo anterior es verdad, porque ¿cómo un ser libre puede autoproclamarse esclavo? No tenemos libertad para eso, somos libres por siempre y ahoguémonos con esa libertad. Con la vergonzosa tiranía de la libertad.
Y proclamarme esclavo no es más que una mentira, mas sin embargo es todo lo que ahora me pone en mi lugar. Eso digo. Soy libre y he decidido no escribir. He decidido no hacer nada, quedarme sin nada, esperando la nada, YO, he decidido morir.
Tengo miedo de ser libre, porque porque puedo llegar a serlo. Y puedo llegar no por las grandes mentiras dichas por la humanidad para la humanidad desde hace siglos, no soy libre porque soy igual, ni soy igual porque soy libre, si llego a ser libre será porque mi naturaleza lo permite. Porque no nací esclavo. Misma naturaleza que se debate en duelo entre pasiones y razones.
Misma naturaleza tan extraña y rica que me permite ver lo que soy y lo que podré hacer, naturaleza que me permite ver que puedo ser la peor de las bestias o el mejor de los hombres…
Ya sufriré la decisión. Ahora, por lo pronto, podemos concluir que la pasividad que me gobernaba y gobierna no es más que parte de una licencia robada por mi razón para evitar enfrentarse y perder. Una trampa, una jugarreta para dar más tiempo. Para evitar pensar. Para evitar cualquier signo de crítica.
Pero ya es tiempo de que sirva cafés, o venda ensayos e ideas pequeñas, o enseñe los pasos de una humanidad ciega, pero ya es tiempo de hacer, algo. La libertad o la esclavitud, con una de ellas viviré por siempre. El trabajo sólo hará que esparza el veneno o reparta paliativos.
El tiempo ha pasado y es el momento de hacer; de hacerme el hombre libre y responsable, crítico y propositivo que puedo ser o ser simplemente un hombre entregado a la irresponsabilidad del actuar sin saber.
Puedo ver muchos caminos. Pero cualquiera que elija siempre será con el tormentoso escrutinio de una mente que no nació para quedarse quieta.
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