— Eres un necio al pensar que me podrías tener…
— Necio eres si piensas que no te tuve…
No pocos me comentaban que mi idea de que la mentira es cambio peca mucho de ingenua, y que de hecho, podría ser una falacia. Unos más radicales fueron tajantes y señalaron diciendo “mientes”.
¿Acaso la mentira no es una idea que intenta cambiar la realidad, que intenta modificar lo que existe? Y no en términos reales sino modificar, y es ahí donde viene lo importante de la mentira, la apariencia de la realidad. Es entonces que la mentira no es otra cosa que una pretensión del sujeto que miente para que la realidad que perciba su interlocutor sea cambiada o modificada; para que la realidad sea otra, mute, cambie, por lo menos en apariencia.
La mentira y su relación con el devenir de las cosas, se refiere y lo he comentado en la entrada anterior, a un intento del hombre por modificar la apariencia de la realidad, de una realidad que por cambiante no queremos. Negamos a la realidad al mentirnos. Nietzsche decía respecto que la mentira más común es con la cual nos tratamos de engañar a nosotros mismos, si esto es verdad y nos mentimos con tanta soltura, quiere decir que la realidad o ya ni eso, que la imagen que de la realidad tenemos no es de nuestro agrado y tratamos de modificarla con otra “ilusión” más acorde a nuestros insanos gustos.
Y la realidad se pierde entre mentiras y más mentiras. Imposible de soportar el cambio y siquiera de notar la realidad como realmente es, optamos por modificar nuestra pequeña visión de la vida y nos mentimos más. Negamos dos veces la realidad. Una quizá sin mala intención, la otra con la plena intención de modificar la “apariencia” de lo que existe.
La mentira, como quise expresarlo no se refiere y encierra sola y necesariamente en el devenir del tiempo, sino incluyéndolo y abarcando los “cambios” o “devenires” de nuestras percepciones, contextos, ilusiones y sentimientos, es decir, abarcando el “devenir” de todo lo humano en el humano.
Si pensamos en los “devenires” humanos no es más que sensato pensar que nuestro intento de modificar nuestra percepción de la realidad, tanto de como nos vemos nosotros mismos y como vemos a la realidad sino también como los otros nos ven y ven a la realidad, no es otra cosa que mentirnos y mentirle a los otros.
La mentira la usamos para cegar. Pero si somos ciegos, ¿dónde queda la mentira?
La mentira y el “cambio” o "devenir” del espíritu humano nos obliga a pensar en hacia dónde vamos como conciencia universal, nos obliga a cuestionar el camino que estamos trazando y nos obliga a abrir los ojos y ver y regocijarnos con la verdad.
Habrá que ver.
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