Madre permíteme soñar con la Gloria y pedir por los que en tu Gracia y en la de tu Hijo han encontrado su última morada. Por ellos que infaustos se han marchado y en su último suspiro la han querido. Por los muertos que se me olvidan, por los siempre olvidados. Por todos, que muertos seremos olvidados. Por nosotros los condenados.
Porque aquí la desgracia es eterna, la búsqueda, la espera, la falta. En zozobra mis hermanos viven, en la angustia mortal de nuestras vidas contenemos el dolor de nuestra raza. Señora, deja hablarles de la Gloria.
Donde jamás habrá búsqueda y espera, ni falta ni necesidad. Donde con el Padre seremos uno. Completos, al fin.
No buscaremos la paz porque esteremos en paz. Y no pediremos por felicidad porque seremos felices. No lamentaremos la soledad porque nunca estaremos solos, ni la falta de amor porque seremos con el Amor. No lloraremos de tristeza porque las sonrisas serán eternas. No tendremos hambre ni sed, porque Él será nuestro vino y nuestro pan.
Seremos con Dios y en su ciudad eterna estaremos por siempre. Nuestra oración será nuestras rizas, nuestro agradecimiento nuestra felicidad. Porque tan magnánimo Padre tenemos que en su Gloria nuestra felicidad será su propia Gloria.
Lo sabes Madre. Deja contarlo a los desdichados, a los hambrientos y desesperados. Para que sepan que serán alimentados, consolados.
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