miércoles, 9 de septiembre de 2009

[injurias]

Mi paso será fuerte, mi tiempo es corto y lo que tengo que decir es mucho.

La eterna muerte me tiene ya cercado, nunca le he huido pero por fin me ha encontrado, mi destino se ha de cumplir y la boca del diablo vuelto profeta ha dicho que no he de hacerme viejo con esta vida.

Mis ojos encendidos en sangre reflejan la agonía de los que aún viven.

¿Cómo pedir lo qué no te pueden dar? Es que acaso lo que me mantiene vivo es la negación de la realidad, y el pedir lo imposible es lo único que me hace despertar por las mañanas.

El juicio ya se ha hecho y he sido encontrado culpable,  las insulsas palabras me han sentenciado y han marcado mi muerte para prontos días.

La condena es lo que me queda de vida.

La muerte no es otra cosa que mi liberación, la expiación de mi pecado.

La muerte es mi perdón. ¿No quiero el perdón? ¿Buscar acaso extender mi condena no es sino negar mi propia absolución?

¿Alargar la vida por el simple hecho de vivir o apresurar el momento final? Quisiera no encontrarme en está situación pero de nuevo caigo en el pedir lo que no puede ser, lo que sí puede ser es que la vida que me queda no es más que el pago de mis años anteriores.

Ya no vivo mi vida, ahora sólo saldo cuentas con mi Dios para poder ser digno de Él.

Alargar mi penitencia es lo más humano que  me queda, aferrarme a lo último de mi. Sí la vida eterna me espera ¿para qué alargar la espera? Sólo por nobleza espero los golpes venideros, sólo mi apetito de castigo me mantiene en pie ante las tormentas de mil conciencias. He de pagar con sangre lo que he hecho con mi sangre. He de pagar con mi vida lo qué he hecho con mi vida.

Seré justo y aceptaré  el castigo, la irá de mi Dios no es injusta, merecido tengo por todos mis actos, merecido el castigo por todas mis ideas, por todos mis silencios… Aquí Señor entrego mi cuerpo, nada me queda ya.

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