lunes, 19 de octubre de 2009

estas manos secas…

Haciendo malabares entre deseos malparidos y gratas maldiciones, sonrío ante una multitud de desahuciados.

Son los “vivos” los que me hablan.

Esa gente con la vida para largo, con preciosas casas aún no construidas, con esposas y esposos maravillosos a los cuales aún no mienten, grandes almas que aún no se traicionan así mismas son las que lamentan mi pronta marcha de sus menesteres.

Juego entre sus lamentos y mis injurias, entre sus condolencias y mis “mentadas”… ¿Qué me podrán decir ellos? Hablar de lo hermoso de la vida es demasiado vulgar hasta para los vivos… Hablarme del futuro es demasiado elevado para la mierda en la cual se desenvuelven… Nada pueden decir que tenga sentido… Su vida es un accidente y que yo lo vea así es producto de mi grandísimo desprecio, no por la vida, sino por sus vidas, tan vacías, tan grotescas, tan frágiles y con tan poca trascendencia…

Con un pañuelo sacudo sus insulsas lágrimas de mi rostro…  Me ofrecen sus almas ahora, sus dadivas, su tiempo libre… Ahora que ya no seré quieren que sea, ahora que La Nunca Retrasada me quiere cerca ellos quieren que mi última cita se retrase… No. Ellos saben que no podrá ser, por eso ofrecen lo imposible… ¿acaso si como ellos vivo estuviera los discursos serían los mismos?

La vida sólo cuando ya no es más vida es que parece vida. O así nos parece a nosotros los vivos; la muerte no es muerte sino hasta que la olvidamos,  hasta que olvidamos que ella no olvida, y de pronto nos coge y nos quedamos solos, solitos rodeados de multitudes de desahuciados pidiéndonos vida, pidiendo redención, buscando en nuestro rostro la vida que se les va, buscando en nuestros ojos el milagro de la vida eterna.

Solo, solito, rodeado de multitudes de desahuciados, hago malabares entre sus deseos y mis maldiciones para divertirnos un poco entre las ilusiones del perdón y de la redención….

Ella me conmueve…

Ellos se estremecen…

Yo me marcho muy lejos…

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